martes, 9 de febrero de 2010

¿Hasta dónde vamos a llegar?



Hace menos de un mes leí un artículo de opinión del periódico El País que se hacía eco de la nueva normativa que se estaban planteando aprobar acerca de copiar en un examen en la universidad de Sevilla. Sin entrar en más detalle, decir que la propuesta establecía que, aunque un profesor pillara a un alumno o alumna copiando, no podía echarlo del examen porque dicho alumno o alumna tenía derecho a terminar su examen y, posteriormente, en una comisión se tenía que demostrar que el alumno o alumna en cuestión había copiado. Y ante todo esto, yo me pregunto lo que menciona el titular de esta entrada, ¿hasta dónde vamos a llegar? Entiendo que en nuestro país pasamos de una dictadura en la que no se podía hacer nada fuera de la norma sin ser castigado, donde todo era represión y no había lugar para la libertad pero la solución a ese extremo no puede ser colocarnos en el extremo contrario como pasa actualmente. Como dice el dicho, lo bueno en cualquier situación es el justo punto medio. Hemos pasado de que la niñez y la juventud no podía dar un paso sin avisar a sus padres a que los padres no sepan dónde, con quién o qué hacen sus hijos e hijas. Hemos querido tanto demostrar que tenemos superado las dictaduras, las ataduras, que ahora no sabemos poner límites por miedo a que el niño o la niña “se agobie” o “se estrese” y, al final, ellos y ellas (que no tienen un pelo de tontos o tontas) hacen lo que quieren sin repercusiones y después nos escandalizamos de que saquen los pies del tiesto, de que hagan verdaderas atrocidades como grabar una paliza a un compañero o quemar a un mendigo en la calle.

Vivimos en la sociedad de los sentimientos y ¡ojo! soy la primera que considera que hay que tenerlos en cuenta y respetarlos, pero eso no cambia que cualquier persona necesita aprender valores, necesita conocer la libertad pero también los límites, conocer los derechos y también los deberes, conocerse a sí mismo y experimentarlo pero conociendo las consecuencias de sus acciones.

No soy quién para hablar de la labor de un padre o una madre porque no lo soy y, en consecuencia, no puedo juzgar pero si puedo hablar desde mi experiencia como maestra y mi conclusión no es muy halagüeña…

A día de hoy esos pequeños “tiranos” mueven el mundo de sus padres, llegan a clase y ya con 3 años, se mueven sabiendo que tienen la sartén por el mango. Hoy en día hay que tener cuidado con lo que dices a un niño o niña porque, cómo se te ocurra castigarlo o castigarla, vendrá la madre o el padre hecho una fiera diciéndote que quién eres tú para castigar a su hijo o hija. Esos padres y madres no vienen a escuchar, vienen a decirte que no puedes establecer normas y criterios a sus hijos e hijas, y dejando claro que su hijo o hija es perfecta, que no ha podido mentir, ni hacer daño ni nada de nada y así llegamos a que los profesores y las profesoras no pueden decir esta boca es mía, tienen que tragar y no ser capaz de dar clase si a su alumnado no le apetece porque si no se le echan los padres encima.

Hemos perdido el norte y lo peor de todo es que, antes o después, esos niños y niñas y esos y esas jóvenes, se convertirán en adultos y conformarán una sociedad que tendrá sus hijos e hijas y transmitirá lo que ha recibido, que tomará decisiones y actuará ante iguales y desiguales. ¿Qué podemos esperar entonces? ¿A dónde vamos a llegar? Yo desde luego no lo sé pero me da bastante miedo sólo de imaginarlo…


Nota: Por si alguien está interesado en leer el artículo que mencionaba al comienzo de la entrada aquí le dejo el enlace: http://www.elpais.com/articulo/andalucia/Copias/elpepuespand/20100124elpand_4/Tes