lunes, 19 de octubre de 2009

Ágora




He tenido la suerte de ver recientemente esta película y la aconsejo fervientemente a todo aquel que quiera ver la verdad de nuestro pasado como cristianos, a todo aquel que tenga un mínimo de sangre en las venas y a todo aquel que esté dispuesto a ser crítico con uno mismo y el ser humano.

Después de ver esta película y de pararme a pensar en estas y otras muchas, yo al menos, he llegado a la conclusión de que me avergüenzo de ser cristiana y hasta me avergüenzo de ser humana y de a dónde somos capaces de llegar.

Me repugna pensar en los orígenes de la que es mi religión de la manera en que lo hago gracias a la película. Después de todo ya entiendo como llegamos a ser la religión dominante si fuimos destruyendo, asesinando (o masacrando más bien) y exiliando a todo aquel que no tenía nuestra creencia. A pesar del mensaje de amor, respeto y perdón que deja traslucir la palabra de Jesús, ya desde el principio de los tiempos hemos hecho uso de ésta, de la manera en que más nos conviene. Estoy segura y “entiendo” que las escrituras seguían la tendencia de aquellos tiempos aunque con todo el entrecomillado que implica puesto que considero que, si no fuera por los cambios introducidos por los propios discípulos a la palabra de Dios, la vida de muchos cristianos (y la historia de tantos otros) sería diferente. Me explico: quizás soy una ilusa pero me niego a pensar que una persona que transmitió tantos mensajes de amor, esperanza y consuelo para todos, considerara a las mujeres como inferiores a los hombres (aspecto éste que desde siempre se ha hecho presente en las sagradas escrituras). Considero que fueron sus discípulos los que (con el fin de mantener la cultura dominante), introdujeron esas ideas y, ante ello, yo me pregunto: ¿Cómo habría sido nuestra vida si desde el principio si nuestra fe nos hubiera respetado como iguales en derechos, capacidades… al hombre? ¿Cuántas mujeres se habrían salvado de la muerte? ¿Podríamos haber tenido autonomía desde el principio? ¿Se nos habría respetado? ¿Se habrían tenido en cuenta los descubrimientos y avances que hubieran descubierto las mujeres? ¿Viviríamos en un mundo más avanzado porque, al tener derecho la mujer a aprender desde el principio, también las mujeres hubieran podido ser filósofas, investigadoras, inventoras… en lugar de estar a la sombra de sus maridos y familias o tener una lucha con la sociedad por un reconocimiento que en el mejor de los casos no se produciría en su tiempo (pero si en el futuro) y en el peor de los casos las llevaría a ser tratadas de brujas, arpías o hechiceras y ser condenadas?

¿Alguien ve la ironía (o la injusticia más bien) ACTUAL de que sean recordados tantos y tantos personajes ilustres masculinos o, para ser más exactos en este caso, tantos grandes astrónomos masculinos como Copérnico, Kepler… pero no se recuerde a ninguna mujer astrónoma (el mejor ejemplo de ello es precisamente la protagonista de esta película)?

Y si ya entramos en la naturaleza del hombre apaga y vámonos… Parece que pertenezca o sea innato al ser humano la costumbre de considerar inferior y discriminar (en el mejor de los casos) en base a nuestras creencias o, para ser más exactos, a los que no comparten nuestras creencias (ya sean por cuestión de raza (como en el caso de Hitler), de religión (como lo que ocurrió en Alejandría en la época que representa la película), de política (como nuestra guerra civil), de poder (como la guerra de Irak) y así podría seguir… Como se puede ver (y eso es tal vez lo más triste de todo) esto no es algo pasado sino que, como ya he puesto de manifiesto, está presente en la sociedad actual. Aún hoy se mantiene esa creencia de que unos somos más que otros y, sino que nos lo digan a los homosexuales, tratados por muchos (y por la iglesia católica misma) como diferentes, considerando que no debemos tener derecho a adoptar, que no tenemos derecho a casarnos y formar una familia porque el término familia sólo puede pertenecer a los heterosexuales y porque nosotros y nosotras no somos lo suficientemente buenos para educar a hijos e hijas pero los heterosexuales sí (será que vienen con un gen de buenos padres los que abusan de sus hijos e hijas, los que maltratan a sus parejas o, sin irnos al extremo, que un hombre y una mujer pueden transmitir o enseñar algo que dos mujeres o dos hombres supongo que desconocemos (según ellos).

Y lo único que ya me pregunto es si algún día superaremos este gran defecto del propio ser humano, que en la sociedad de hoy tan globalizada, tan a favor de la paz, de la convivencia o de la interculturalidad, no ha sido posible.

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